Por: Elena Costa
Que equivocado esta el Imperio y sus seguidores si piensan que la decisión de Fidel Castro de reusarce a ejercer un nuevo periodo como jefe de Estado y comandante en jefe de las fuerzas armadas significa el fin de Fidel, de Cuba y del proceso revolucionario.
Los grandes titulares, preocupados por la trascendencia del acto realizado por Castro, quieren vendernos su interpretación de los hechos: mostrarnos a un Fidel acabado, mostrarnos una revolución que agoniza. Ya quieren sentar cátedra: “Esto debe ser el comienzo de la transición democrática para el pueblo de Cuba…”, "…culminar con unas elecciones libres y justas".
Cómo se ve que el Imperio no quiere reconocer que el pueblo cubano ha interiorizado el proceso revolucionario y seguirá defendiéndolo a costa de su propia vida. Desconocen la grandeza y capacidad de los cubanos. Se les olvida que una revolución, no es solo un hombre, una revolución es un pueblo digno, que lucha hasta la muerte parar no dejarse pisotear.
Fidel ha dado una lección de grandeza. Él ha dado otra de sus jugadas maestras: se ha retirado como los grandes: en la cúspide de la gloria.
Fidel se ha dado el gusto de que en pleno uso de sus facultades mentales, se ha retirado de un cargo voluntariamente y por razones precisas y no por haber caído bajo las armas y los venenos del Imperio. Tampoco ha caído traicionado por su pueblo. Y eso es lo que les duele a sus enemigos.
La gusanera gringo-cubana, es la más indignada. Esperaban el anuncio de la muerte de Castro, para tener un día cívico auspiciado por el Gobierno norteamericano y celebrarlo al estilo 4 de julio. Pero se les aguó la fiesta. Fidel no ha muerto. Simplemente cambió de silla. Su capacidad intelectual está intacta y seguirá marcando los derroteros de las Revoluciones Latinoamericanas.
Él sigue siendo fiel a su lucha: “Traicionaría… mi conciencia ocupar una responsabilidad que requiere movilidad y entrega total, que no estoy en condiciones físicas de ofrecer”.
Fidel no es la imagen del súper héroe gringo. Por el contrario, es un hombre que entiende y acepta su condición humana. Entiende que no hay peor cosa que héroes de yeso que se fosilizan en el poder. Por que su sueño no es amarrase a un cargo como un acto personal y egoísta. Precisamente su amor y entrega al pueblo cubano, se ve materializado cuando conciente de su estado físico, entrega al pueblo la misión de dirigir la lucha.
Castro les ha callado la boca a aquellos que decían que a él sólo le interesaba el poder. Como dijo recientemente Chávez: “"Esto es una lección para aquellos que lo acusaban de aferrarse al poder desesperadamente…".
Todavía tenemos Castro para ratos. Él es y seguirá siendo nuestro referente obligado.