Uribe cometió dos errores con Chávez: la manera como lo metió y la manera como lo sacó
El presidente Álvaro Uribe cometió dos errores en el proceso de incorporación de Hugo Chávez como mediador del intercambio humanitario y su posterior desmonte: el primero, la manera como lo metió; el segundo, la manera como lo sacó.
El doble patinazo deja ver que Uribe ignora la anécdota del diálogo entre Carlos Lleras Restrepo y Alfonso López Michelsen cuando aquel, siendo presidente de la República, le consultó a este, que más tarde sería su canciller, acerca del posible nombramiento del maestro Darío Echandía como ministro de Justicia.
López le respondió lo siguiente: "¿Has visto cómo procede el mico cuando va a comerse una pepa silvestre? Lo primero que hace es medírsela en comparación con la garganta, para comprobar que le entra. Y lo segundo, medírsela allá atrás, para estar seguro de que le sale. Antes de nombrar ministro a Echandía deberías estar seguro de que, si llega el momento, podrás pedirle la renuncia o destituirlo sin que se afecte el gobierno".
Es evidente que Uribe no tuvo le precaución de medirse a Chávez por detrás antes de tragárselo como facilitador, y por eso la expulsión de la pepa resultó abrupta y está dejando dolorosos desgarramientos. El propio Presidente reconoció que había obrado como un mico improvidente al decir que "no calculamos lo que para muchos era un riesgo político".
Tamaña irresponsabilidad ha producido un terremoto. Parecían tan obvios los peligros de incluir en el juego a Chávez, que cualquiera habría imaginado que Uribe y sus asesores los analizaron, los sopesaron, los calcularon y, luego de tasar pérdidas y ganancias, salidas y desmontes, decidieron dar el correspondiente paso. Por eso, uno se queda ojiplático al enterarse de que no se valoró el riesgo de meter a Chávez ni se pensó suficientemente en el eventual costo de sacarlo. Muchos micos han muerto o enfermado por imprevisiones parecidas. El resultado es lamentable: tras pocos días de calma chicha, Chávez y Uribe han reencarnado en la peor versión de sí mismos, y están protagonizando el espectáculo más bananero -y más peligroso- que recuerden nuestras relaciones de vecinos. Chávez se muestra como un chafarote que expele diatribas personales; pero Uribe ha desbocado su macartismo con acusaciones de Estado de incalculable gravedad.
Si algo revela esta crisis es exactamente lo contrario de lo que Uribe afirma: necesitamos un protectorado de la ONU; esto no puede seguir en manos de unos megalómanos delirantes.
La vinculación del presidente venezolano al proceso humanitario y su ulterior derrocamiento mediante boletín de prensa muestran los vaivenes e incoherencias de la política de Uribe frente al intercambio humanitario. No puede aducir Uribe que lo sorprendió la cerrazón de las Farc, causa última de la delicada situación, porque todos conocemos hasta qué punto este grupo vive en un mundo bárbaro, anacrónico, cruel e irreal. Tampoco es creíble que una charla inofensiva de Chávez con un general colombiano constituya atroz atentado contra la seguridad nacional. Pero le dieron el papayazo al imitador de Bolívar, y este no lo desperdició. Entre tanto, ’Tirofijo’ debe de estar muerto de la risa.
La verdad es que Uribe no quiere intercambios humanitarios ni contacto alguno con la guerrilla. No se entiende, entonces, cómo juega con las esperanzas de sus compatriotas y con los sentimientos de los secuestrados y sus familias al alentar una aventura que, in péctore, había nacido muerta.
Si no quería la pepa, ¿por qué aceptó comérsela? Y si aceptó comérsela, ¿por qué no imitó las sabias maniobras previas que realiza el mico?
En cuanto al desenlace de la primera historia, Lleras nombró a Echandía ministro de Justicia en 1966, el venerable maestro ocupó por unos días la Presidencia como primer designado y finalmente fue evacuado de manera natural hacia la embajada en El Vaticano en 1968, sin que el gobierno padeciera quebrantos políticos.