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La hecatombe del continuismo

 

Por: Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN)


El Presidente Uribe lo tiene bien claro y planificado sobre como materializar el proyecto político de la ultraderecha que lidera. Necesita varios períodos de gobierno para dejarlo implantado y darle cumplimiento a los compromisos pactados con quienes son la base política: los narco-paramilitares, los políticos vinculados a éstos, el imperialismo y la oligarquía retardataria.

Ese proyecto que se plasma en un nuevo régimen carece de nervio social y arraigo popular; para ganar la opinión pública lo camufla y recurre a la manipulación de esta, responsabilizando a la guerrilla de todos los problemas que vive el país, y la solución de éstos la condiciona a su derrota, sin abordar las causas que generan y alimentan el conflicto social y armado.

El Presidente trata de sacar adelante sus propósitos a los costos que sean, como lo viene demostrando en la práctica diaria, guerreando con quienes lo cuestionan y le hacen oposición. Todo lo que se atraviese y ponga en riesgo dicho proyecto, constituye la hecatombe a que se refirió el Presidente en estos días, hablando de su segunda reelección, la cual está prevista desde antes y está siendo adobada por los uribistas, para que el pueblo la apoye.

La mayor hecatombe para el uribismo, no para el país, sería que una fuerza política de oposición real, encarnada en el pueblo, con un proyecto de cambio y nueva nación se fortaleciera y se sobrepusiera a los planes continuistas del Presidente para el 2010. No es lejano que tal eventualidad se produzca, por lo que tratará de impedirla, así tenga que recurrir a todos los medios, hasta los menos ‘santos’, como lo hizo sin resultado en la contienda electoral por la alcaldía de Bogotá, donde utilizó calumnias y dádivas para atajar el apoyo popular al candidato ganador del Polo Democrático Alternativo.

En caso que se consolide el proyecto por un cambio del país, se hundirían definitivamente los esfuerzos que viene haciendo el Presidente, para cumplir los acuerdos pactados para menguar las penas, sanear las fabulosas riquezas, dar reconocimiento político y tratar como sediciosos a sus socios los narco-paramilitares y a los miembros del partido uribista, penalizados por sus vínculos mafiosos.

Entraría también en juego el futuro del modelo neoliberal que profundizó la miseria del pueblo colombiano y liberó de las responsabilidades sociales al Estado, convirtiendo éstas en mercancías apetecidas por los inversionistas privados, concentrando aún más el ingreso nacional en una minoría privilegiada.

Las privatizaciones de las empresas rentables del Estado y patrimonio de los colombianos, que están subastando o se preparan para ello, entrarían en una etapa de indecisión, junto a la posibilidad de recuperar para el patrimonio nacional, las que fueron vendidas a precios de ganga.

La educación y la salud de los colombianos dejarían de ser una mercancía rentable para inversionistas inescrupulosos, que se enriquecen con la esperanza y el dolor ajeno, para volver a ser responsabilidad social del Estado.

Los trabajadores como fuerza vital de la producción y creadores de la riqueza nacional, recuperarían los derechos arrebatados por la oligarquía neoliberal, los cuales habían sido conquistados con grandes sacrificios en más de medio siglo de luchas teñidas con valiosa sangre obrera.

Se abrirían las posibilidades de disfrutar las libertades democráticas conculcadas por el Estado terrorista, la participación del pueblo en la definición de los destinos del país y la superación de la exclusión centenaria de las grandes mayorías nacionales.

La esperanza de la paz con justicia social, desarrollo y bienestar para todo el pueblo se convertiría en una posibilidad real y se derrotaría la política uribista de pacificación que en vez de resolver, lo que hace es aplazar las soluciones y ahondar las causas del conflicto.

La hecatombe de que habla el Presidente es la del proyecto uribista, que empieza a mostrar signos de desgaste y descohesión interna, de afecciones ante la conciencia moral de la Nación por sus vínculos con la para-política.

En manos de los revolucionarios y demócratas que se inscriben en las fuerzas del cambio, está que se produzca la hecatombe del uribismo, intensificando la movilización de las masas para que éstas se expresen y tomen las calles en pro de un gobierno de nación, paz y equidad.

 
 
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